viernes, 15 de julio de 2011

Yaviza - Santa Fe (8 julio - 14 julio)

Yaviza significó para Segundo y para mí un cambio bienvenido en la dura rutina de la vida del sendero. El no tener que ponerme la ropa y las botas mojadas en la mañana; poder usar el celular como teléfono y no sólo como reloj de alarma; poder llamar a familiares y amigos, etc., son pequeñeces que damos por descontadas en la vida cotidiana de la civilización.  Para nosotros se han convertido en lujos caros de los que sólo podemos disfrutar en sitios como éste, que se encuentran a intervalos de decenas de kilómetros y varios días de por medio.

Sin embargo, tarde o temprano tocaba reemprender la marcha, y así el sábado 9 de julio nos echamos nuevamente las mochilas a la espalda y nos dirigimos hacia el noroeste. La única vía terrestre de acceso y salida de Yaviza conocida es la carretera Panamericana, por lo que tuvimos nuestra dosis de asfalto por un buen rato.  Pero pronto y ya con ganas de internarnos en ese Darién más salvaje y emblemático, nos adentramos por un hueco en la vegetación a orillas de la carretera, asesorados por un joven de la localidad.  Según nos dijo, ésta era una trocha que utilizaban los de esa zona para viajar entre Yaviza y las fincas que se encontraban a las márgenes del río Chucunaque, esa trocha conduciría a otra, y aquella a su vez a otra más allá, con lo cual podríamos avanzar de pueblo en pueblo de forma indefinida.

En honor a la verdad, creo que nos faltó un poco de sentido común y perspicacia a la hora de tomar la decisión de entrar así a la selva.  Pero tal eran las ganas de dejar atrás el pavimento que no discutimos siquiera las opciones, o más bien, la única opción viable cuando no se tiene un mapa para navegar: regresar a la inevitable carretera.  En fin, no habíamos caminado 5 minutos cuando nos vimos envueltos en una maraña de lianas, bejucos espinosos y toda suerte de vegetación agresiva; esto sin mencionar la nube de 30 a 50 mosquitos que escoltaba a cada uno de nosotros.  Para complicar las cosas, el terreno era una pendiente que nos llevaba al filo de una cordillera desde la cual teóricamente debíamos alcanzar a ver el valle del otro lado, y poder así discernir la ruta a tomar a partir de allí.  Pero por supuesto, las cosas nunca se presentan fáciles en situaciones como ésta, y terminamos subiendo un cerro tras otro, sólo para descubrir el río Chucunaque al otro lado, y una depresión llena de pantanos con algunos rastrojos viejos, pero sin evidencia alguna de la existencia de una ruta de salida, que no fuese desde luego, el río.  Ya para entonces llevábamos dos horas de abrirnos paso con dificultad en la densidad del bosque secundario, y llegamos a la triste decisión de regresar a la vía Panamericana.

Cuatro horas después de haber entrado al bosque y luego de haber drenado toda la energía del día, llegamos al pavimento y descubrimos que apenas habíamos ganado un kilómetro de distancia lineal en el recorrido.  Desmoralizados y cansados terminamos postrados por cerca de dos horas a la sombra de un refugio precario construido en un terreno recién talado.

A las 4pm aproximadamente reanundamos la travesía y caminamos hasta una casa en el borde de la vía, donde el señor Martín Hernández nos permitió colgar nuestras hamacas y nos instruyó sobre las posibles opciones a seguir en los días por venir de nuestra jornada.  Hicimos caso de su consejo, y continuamos por la Panamericana hasta el poblado de Santa Librada, punto en el cual nos desviamos de la carretera y entramos por un camino de doble tracción hacia el oeste, y acampamos en un caserío de nombre Lirial.  Allí nos recibió el jovial Livardo Cáisamo, quien no sólo nos alimentó y nos permitió acampar en sus predios, sino que accedió a dejar sus laborales de ganadero y acompañarnos al día siguiente hasta Río Iglesias.

La jornada empezó de madrugada y ya para las 9am habíamos recorrido 11Km. No obstante, eso no representaba si quiera la mitad del camino.  De pueblito en pueblito nos pasamos preguntando a los habitantes por el rumbo correcto hacia Río Iglesias, y como es de esperarse en estas situaciones, la mayoría de la gente sólo conoce uno o dos pueblos más allá de sus aldeas, por lo que fue un poco trabajoso obtener la información correcta.

Por fin llegamos a un kiosco donde percibimos un inconfundible e irresistible olor a comida de fogón.  No pudimos sino pedir a la señora de la casa que nos vendiera comida, lo cual ésta hizo inmediatamente.  Luego de un descanso nos dispusimos a continuar la caminata, y cuando llegamos a una intersección en el camino fuimos emboscados por una unidad motorizada del Servicio Nacional de Fronteras, quienes habían sido informados por una mujer que había un grupo de "irregulares armados" en la zona pidiendo orientación.  Después de algunos segundos de tensión, la patrulla bajó la guardia cuando entendieron que no éramos más que un grupo de panameños que recorría legítimamente las sendas de este país, y que además contábamos con el aval de todas las autoridades civiles y de seguridad de Panamá.  Tengo que mencionar sin embargo, que quedamos positivamente impresionados por la capacidad de reacción de ésta unidad y otras unidades.  A decir verdad, SENAFRONT ha sido en esta expedición un ente clave para su éxito, y nos han apoyado en todo lo que les hemos solicitado.

Ya habían pasado 29Km, cuando por fin llegamos a Río Iglesias.  Acampamos en un ranchito contiguo a la casa del señor Carmelo (cuyo apellido se me escapa), quien también nos dio invaluables instrucciones para la jornada del siguiente día, hacia Arretí.  Gracias a él optamos por un camino más largo y lleno de lomas, pero que a la postre resultó ser el más seguro y fácil.

Para llegar a Arretí, tuvimos que recorrer otros 30 Km, y no contentos con la atmósfera del lugar y el recelo palpable de sus habitantes, decidimos seguir la marcha, no sin antes intentar encontrar a un guía o machetero que nos condujera al día siguiente hasta Puerto Lara.  Sin embargo, la reacción general ante esta propuesta fue que no existe un sendero entre estas comunidades porque ambas son fácilmente accesibles y están efectivamente comunicadas por carretera y por mar.  Caminamos entonces cerca de 5 Km más hasta la Panamericana, y nos resignamos a que el siguiente tramo de 13 Km a Sante Fe, tendría que ser por el asfalto, el cual recorrimos sin ningún contratiempo en menos de medio día.

Mañana nos proponemos continuar hacia el Cerro Pechito Parado, importante hito en la historia panameña, siendo el punto desde el cual Vasco Núñez de Balboa avistó por primera vez el Pacífico.

continuará...

Rick Morales
Segundo Sugasti

2 comentarios:

  1. Como se aprende a valorar las cosas mas sencillas cuando no se tienen. Comunicacion celular con familia y amigos, una buena comida de fogon, etc...
    Panafront hace una importante lavor en esta area que muchos no estamos al tanto. El hijo de Maria y Pedro pasan noches internados en la selva salvaguardando la seguridad del area.
    Fantastica lavor Rick, mis mejores deseos a ti y a todo el grupo de apoyo de TransPanama, haciendo diferencia...

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  2. Ya llego el 2013 y conversando con el guía Segundo Sugasti sobre las propuestas que se ofrecen desde Darien para los aventurer@s interesados en hacer el recorrido conmemorativo al V Centenario del avistamiento del Mar del Sur; aún no encontramos una oferta armada y válida para emprender las giras; y con mucho pesar tampoco hemos identificado que la comisión oficial encargada de los festejos indique de qué manera las comunidades cercanas a los hitos del trayecto se beneficiaran de tal conmemoración.

    Esta es una gran oportunidad para dejar fortalecida las comunidades y la estructura para ofertar un turismo sustentable con una oferta gastronómica, aventurera cultural y ecoturística que beneficie al Darien y a sus moradores.

    Si TransPanama tiene información fresca sobre una oferta enmarcada en turismo sustentable para esta conmemoración @AFOTUR y @EcoGLobalORG agradecen la información.

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